Hace años que la droga y el sida desaparecieron de las
calles. Ya no quedan parques infectados de jeringuillas ni la heroína
pasa de vena a vena con la misma aguja. De aquello apenas queda un
recuerdo en fotografías cuando alguna administración las saca para
ponerse la medalla de la rehabilitación de tal o cual zona y decenas de
enfermos de sida que se contagiaron entonces, que no tienen más puertas a
las que llamar que las casas de acogida.
Diecisiete años lleva siendo refugio de todos ellos la
institución Gerasa en Chiclana, que abrió para casi una treintena de
internos y aún hoy mantiene el cupo lleno y con lista de espera. Estos
años de esfuerzo y atención han sido reconocidos por la Fundación para
la Atención a las Toxicomanías de Cruz Roja Española (CREFAT) que les ha
concedido uno de los Premios Reina Sofía contra las Drogas, dotado con
6.000 euros por cada modalidad. Han destacado el esfuerzo y el enfoque
integral a la asistencia a los enfermos de VIH, tratando a la vez la
infección por este virus, así como la drogodependencia y sus
circunstancias sociales.
Antonio Vergara, médico internista del Hospital de Puerto
Real y uno de los fundadores de la casa hogar, aún celebra el
reconocimiento una semana después de que se lo comunicaran. Admite que
supone sobre «todo un estímulo, más ahora que atravesamos una situación
tan difícil». Gerasa es también víctima de los recortes y, aunque el
convenio con la Consejería de Salud y Bienestar Social sigue adelante,
las ayudas que procedían de otras vías como la Ley de Dependencia son
mucho menores. «Es un alivio que te lleguen premios de este tipo, que
además cuentan con una dotación económica, que nos viene fenomenal»,
reconoce Vergara.
También destaca el prestigio de estos galardones y la
visibilidad que ofrece. Los internos de Gerasa no son los nuevos
contagios por VIH, proceden de la cárcel, la calle o los propios
hospitales y tuvieron contacto con el virus durante la década de los
ochenta, cuando Cádiz lideraba las estadísticas de consumo de heroína.
«La mayoría se infectaron por compartir jeringuillas, hay otros por vía
sexual, pero son los menos», señala el especialista. Y además de
sobrellevar la enfermedad, tienen que lidiar con la soledad y la
exclusión.
En todos estos años la demanda para ingresar en el centro
ha sido alta a pesar de que el nivel de contagio se encuentra bajo
mínimos y los nuevos pacientes que se diagnostican mantienen a raya el
virus gracias a los tratamientos. Eso viene a demostrar que siempre hubo
una carencia de recursos de este tipo y «ahora no son tiempos para
crear nuevos», asume Antonio Vergara. En cualquier caso, reivindica que
cada provincia debería contar con uno de este tipo o lograr que se
concierten más plazas.